Pasa la doña gritando y la fiel cliente estaba esperando el tesoro alimentició de la canasta popular de mimbre. las tengo calienticas, pesuade la otra doña, deme tres, que hoy viene mi hija sin desayunar. Don Rogelio pasa con la greca ambulante y la doña, nuevamente, detiene al caminante y le pide tinto, que en Colombia significa café pequeño. La señora tiene ya, empanada y tinto en las manos y se dispone a masticar la mezcla y la caja de dientes, si es que lo tiene, sería inexcusable que le adjudicáramos un removible sin que fuera al médico especialista.
La empanada no trae mayor relleno por dentro, papa cocida teñida de amarillo y cáscara de la misma papa, para que se crea que es carne y así cobrar algunos centavos más. El tinto, tampoco es mayor solución, ya que las partículas de café suspendidas en el agua son pocas y el café no tuvo las mejores prácticas de cultivo y de cosecha. Pero hay guargüeros y panzas que hacen de «tripas corazón».
La mañana transcurre y el buche se queja de lo ingerido, pero hay humanos que a eso no ponen atención, ya le dieron algo pa’ que funcione y que espere pa’ más tarde a ver con qué se le puede completar. Vida no es vida, puede pensar la «seño», si no le metemos el cierre al desayuno, que con un cigarrillo hacemos del día algo llevadero mientras llega el «nombrededios», es decir, la primera venta.
Ahí nos vamos yendo mientras se asoma la Parca. Los días son lentos y hay que ayudarle a encontrar su camino. Ahí se queda masticando recuerdos, pasado, empanada, tinto y cigarrillo. Si va a llevar camándulas, vea, vea esta tan bonita, y hoy que viene el padre puede decirle que se la bendiga.