Viajar por tierra no es la segunda opción de quien no puede viajar en avión. Viajar por tierra es permitirse ver la película de la naturaleza a través de una ventana que nos muestra su propia edición de imágenes, sus propios matices y nos permite ver la película en quinta dimensión: las tres dimensiones del volumen, la dimensión del movimiento, y la quinta, la del olor. Porque a la par que vemos la escena multidimensional que queramos observar, se nos cuela por la nariz, la multitud de fragancias del campo, del campo y sus leñas, de sus leñas y sancochos, de sancochos y sus gentes, de sus gentes y los sembrados, de los sembrados y sus árboles, de sus árboles y los vientos que, de nuevo, nos traen las fragancias de sus leñas y así, cada vez colándose nuevos olores a nuestro cerebro.
Bendita la tierra, bendita ella y sus frutos, benditos ellos y el hombre que los siembra.
Corozo, aguacate, algarrobo, chaparro rojo para el azúcar en la sangre, mango, banano y muchas frutas más, a borde del camino en la Quiebra de Guamito, vereda de Santa Bárbara en Antioquia.